Qué vamos a ver en este artículo
Origen del Himno Nacional Argentino
El 31 de enero de 1813 comienza a sesionar, en Buenos Aires, la Asamblea General Constituyente, cuya misión es darle al país una Constitución.
El 11 de mayo de 1813 la Asamblea General Constituyente da el rango de “única marcha nacional” al texto de una canción que ya declara, 3 años antes del Congreso de Tucumán, la independencia de las Provincias Unidas.
El autor del texto es un miembro de la Asamblea, el abogado porteño Vicente López, quien escribe el poema sin recibir remuneración. Por otro lado, el autor de la música es un compositor catalán, Blas Parera, quien cobrará 200 pesos de honorarios tanto por la composición como por la ejecución de la pieza. Ambos responden, así, a un encargo preciso del poder ejecutivo, ese Segundo Triunvirato, que el 6 de marzo, por orden de la Asamblea, ha mandado al poeta a escribir un texto patriótico y que los días que le siguen a la resolución del 11 de mayo, le encargará al compositor que le ponga música.
Ya el 12 de mayo, (sin tener aún la música) el Triunvirato ordena a los gobernadores que la “marcha patriótica del diputado López” sea “la que se cante en todos los actos públicos”, estableciendo así dos rasgos fundamentales del símbolo: que sea único y que sea obligatorio.
El mensaje de la marcha es bien claro: la revolución necesita hombres, les propone convertirse en héroes.
Arreglos y Modificaciones
En 1860 Juan Pedro Esnaola realizó algunos cambios a la música basándose en anotaciones manuscritas del compositor.
Por el decreto número 10.302 del 24 de abril de 1944, esta Marcha fue aprobada como el Himno Nacional Argentino.
Hoy en día, la versión vigente del Himno corresponde a la transcripción realizada por Luis Lareta, que se ajusta a lo acordado el 25 de septiembre de 1928 por el Poder Ejecutivo de la Nación. Ya en 1900 se había reglamentado por decreto del Poder Ejecutivo utilizar una versión reducida de la marcha para actos oficiales y públicos.
Himno Nacional Argentino Completo
¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta a la faz de la Tierra
una nueva y gloriosa Nación
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un león.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar
la grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel.
Su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel.
¿No los veis sobre Méjico y Quito
arrojarse con saña tenaz,
y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
A vosotros se atreve, argentinos
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.
El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
San José, San Lorenzo, Suipacha.
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.
La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio;
sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la Libertad,
y sobre alas de gloria alza el Pueblo
trono digno a su gran Majestad.
Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: ¡Mortales, oíd!
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al gran Pueblo Argentino, salud!
CORO
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.
(Se canta después de cada estrofa)
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